de Pup-risaralda - A los cincuenta años de la desaparición física del padre Camilo Torres Restrepo, el miedo a su nombre, a su ideología, a su ejemplo y a su figura de hombre, sociólogo y sacerdote es más desmesurado que en su tiempo. Pero es un miedo que profesan tan sólo las élites económicas y militares del país, aún las eclesiásticas, que son a la vez soporte y cómplices entre sí.
Su mensaje y práctica de vida sólo amenazan el interés mezquino de estas clases que viven de la explotación, manipulación y del sufrimiento de las clases populares.
Allí radica ese miedo. El mismo crece hasta niveles insospechados, cuando en un país católico y en general religioso por antonomasia, la gente entiende y vuelve a recordar que un sacerdote criticó los pilares políticos y económicos de su iglesia y de la sociedad de su época, por ser contrarios al discurso, al sermón mentiroso, a la manifestación constitucional, al manifiesto policial y militar de justicia, orden y libertad.
Si las gentes que se dicen religiosas, cristianas o no, comprenden que la piedra angular de su credo es el amor eficaz y que este no es compatible con ministros, pastores y clérigos ciegos adoradores de las riquezas y del poder, cómplices descarados de los abusos de las élites nacionales,...
legitimadores del robo, de la corrupción, del asesinato y la persecución contra quienes se declaran a favor de los pobres y de sus aspiraciones, amantes seguidores de las prebendas estatales y de la élite para que a través de la fé mantengan al pueblo creyente sumido en la ignorancia y la resignación, en la aceptación de la injusticia y de la mezquindad de los ricos, de sus aparatos armados de represión y muerte; entonces esas gentes verían que el ejemplo de Jesucristo no era el de validar al poderoso ni de aceptar su injusticia. [...] - texto completo
Su mensaje y práctica de vida sólo amenazan el interés mezquino de estas clases que viven de la explotación, manipulación y del sufrimiento de las clases populares.
Allí radica ese miedo. El mismo crece hasta niveles insospechados, cuando en un país católico y en general religioso por antonomasia, la gente entiende y vuelve a recordar que un sacerdote criticó los pilares políticos y económicos de su iglesia y de la sociedad de su época, por ser contrarios al discurso, al sermón mentiroso, a la manifestación constitucional, al manifiesto policial y militar de justicia, orden y libertad.
Si las gentes que se dicen religiosas, cristianas o no, comprenden que la piedra angular de su credo es el amor eficaz y que este no es compatible con ministros, pastores y clérigos ciegos adoradores de las riquezas y del poder, cómplices descarados de los abusos de las élites nacionales,...
legitimadores del robo, de la corrupción, del asesinato y la persecución contra quienes se declaran a favor de los pobres y de sus aspiraciones, amantes seguidores de las prebendas estatales y de la élite para que a través de la fé mantengan al pueblo creyente sumido en la ignorancia y la resignación, en la aceptación de la injusticia y de la mezquindad de los ricos, de sus aparatos armados de represión y muerte; entonces esas gentes verían que el ejemplo de Jesucristo no era el de validar al poderoso ni de aceptar su injusticia. [...] - texto completo
